Abre
“Fin del invierno”
Pisa
relator en 00.08
Pega
efecto “ambiente de bar” en 00.36
Pisan
actores en 00.37
Pega
“Conociéndote” en 00.45 y baja en 01.00
Pega
efecto “ambiente de baño” en 01.01
Pisa
efecto “canilla” en 01.03
Pisa
actor en 01.04
Pega
“” en 01.19
Pisa
relator en 01.21y baja en 02.00
Pisa
“audio del partido de Argentina y Camerún” en 02.05
Pisan
actores en 02.06
Pisa
efecto “silla” en 02.10
Pega
canción “Un'estate italiana” en 02.23 y baja en 02.34
Pisa
relator en 02.29
Pega
“audio del partido de Argentina y la Unión Soviética” en 02.35
Pisan
actores en 02.44
Pega
relator en 02.57
Pega
efecto “ambiente de calle” en 03.06
Pisan
actores en 03.07
Pega
relator en 03.15
Pega
audio “partido de Argentina contra Brasil” en 03.26
Pisa
relator en 03.30
Pega
relator en 03.47
Pega
efecto “teléfono” en 03.49
Pisa
“Una lágrima sobre el teléfono” en 03.53 y baja en 04.00
Pega
efecto “descolgar teléfono” en 04.01
Pega
actores en 04.02
Pega
efecto “colgar teléfono” en 04.15
Pisa “We are the champions”
Pega “” en 04.25
Pisa relator en 04.26
Pega
“Un'estate italiana” en 04.49
Pisa
relator en 04.51
Pega
efecto “ambiente de bar” en 05.04
Pisan
actores en 05.06
Pega
audio “partido de Argentina y Yugoslavia” en 05.15
Pisa
relator en 05.30
Pega
audio “partido de Argentina e Italia” en 05.49
Pisan
actores en 05.56
Pisa
relator en 06.18
Pega
efecto “teléfono” en 06.59
Pisa
“Una lágrima sobre el teléfono” en 07.03
Pega
efecto “descolgar teléfono” en 07.12
Pisan
actores en 07.13
Pega
relator en 07.19
Pega
audio “partido Argentina y Alemania” en 07.26
Pisan
actores en 07.27
Pega
efecto “abrir puerta” en 07.29
Pega
efecto “pasos” en 07.31
Pisa
actores en 07.34
Pega
“Un'estate italiana” en 07.42
Pisa
relator en 07.45
Sube
cortina en 08.01 y baja en 08.07
Pisa
relator en 08.08
Sube
cortina en 08.31
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Relator: Alberto no
puede escuchar la canción del mundial de Italia de 1990 sin entristecerse. Se
llamaba “Un verano italiano” y sonaba como esas canciones tanas de los años
sesenta: melodiosas y levemente azucaradas pero no empalagosas. La cantaban
un muchacho y una chica de voces potentes y ásperas.
En esa época Alberto estaba en la facultad
en segundo de económicas. Antes de que se hiciera la hora de cursar, solía
parar en un bar cercano a la facu.
Lucas: Hola
muchachos, ella es mi novia, Victoria.
Victoria: Hola ¿Qué
tal?
Lucas: Acá están
Gabriel, el Negro y Alberto
Alberto: Qué buena que
está. No, no, pará, pará, están de novios desde Salita de Verde, se casan a fin
de año, encima con este pelotudo. Pero no ¿qué sentido tiene darme manija con
esta mina? Ninguno, ninguno, pero está re buena.
Relator: Unos meses
más tarde, Alberto aprendió que si se sentaba al lado de la ventana podía
mirar a Victoria durante horas sin cansarse, simulando ver hacia la vereda de
enfrente. En ese tiempo la observó más de lo que ninguna otra persona lo
podría haber hecho en el resto de su vida. Más la miraba, más se enamoraba.
Se tornó un experto en detectar sus estados de ánimo a partir del mínimo
signo subrepticio. En sus días malos resoplaba a cada rato. Cuando estaba
contenta se quitaba los lentes cada dos minutos. Cuando algo le preocupaba se
mordía el labio inferior con sus dientes chiquitos y blancos.
El primer partido del mundial de fútbol de
1990Argentina lo jugó contra Camerún.
Lucas: ¡La puta
madre! No podemos jugar tan mal. Un desastre, un desastre.
Victoria: ¿Te vas, mi
amor?
Lucas: Sí, me voy a
caminar a ver si se me pasa la bronca que tengo.
Alberto: ¡Qué partido!
Victoria: Sí
Alberto: Y estos que se
enojaron
Victoria: Sí, la verdad no
entiendo a los hombres que se ponen locos con el fútbol.
Alberto: y bue, qué se
le va a hacer.
Relator: En el
siguiente partido la selección argentina enfrentó a la Unión Soviética.
Varios: No. NO te la
puedo creer…
Alberto: Quédense
tranquilos que Goycochea es un arquerazo, salvo en los centros.
Varios: Noo!
Alberto: Sí muchachos,
lo he visto varias veces en la reserva de River.
Relator:
El partido terminó 2-0 a favor de Argentina. A la salida del bar Alberto, y
Victoria quedaron unos metros detrás del resto. Ella dijo algo que lo
conmovió:
Victoria:
Yo también pienso que Goycochea es un arquerazo.
Alberto:
este arquero nos va a llevar lejos!
Victoria:
Te tomo la palabra.
Alberto:
Argentina tiene cuerda para rato en el Mundial.
Relator:
El partido siguiente fue contra Brasil. Alberto lo vio solo en su casa,
tapándose la cara con una almohada cada vez que las camisetas amarillas se
aproximaban al área argentina.
Relator:
El gol de Caniggia salió a gritarlo a la calle.
Relator:
Al final del partido
Victoria: Tenías razón,
Goycochea es un arquerazo.
Alberto: Viste, yo te
dije!
Victoria: Gracias.
Alberto: Pero yo no
fui el responsable de que hayamos ganado esta epopeya
Victoria: Llamaba para
decirte eso, nada más. Chau
Alberto: Dale, nos
vemos pronto.
Relator: Alberto se
sentía invencible. Se dio cuenta de que nunca le había dado su número de
teléfono. Victoria se había animado y con alguna excusa lo había conseguido
de su novio o de alguno de los otros. Esa complicidad lo llenó de alborozo
porque Victoria se había fijado en él de alguna forma aunque estaba
convencido de que no se merecía semejante privilegio.
Relator: El partido
con Yugoslavia fue un sábado al mediodía. La gente en el bar se masticaba los
vasos de los nervios.
Antes
de la definición por penales, por casualidad, Victoria y Alberto se
encontraron en el pasillo del baño.
Victoria: ¿Con quien
jugamos si ganamos?
Alberto: La semifinal
es el miércoles contra Italia.
Victoria: Me encantaría
que la viésemos juntos.
Relator: Cuando ganó
Argentina el bar se llenó de festejos, cualquiera abrazaba a cualquiera y a
la primera de cambio, Alberto terminó en los brazos de Victoria. Fue sólo un
segundo, porque cuando se dieron cuenta se soltaron.
El miércoles eligieron un bar bien lejos de
los fulanos de económicas, noviecito incluido.
Alberto: Uy, otra vez
penales.
Victoria: Después de la
final podríamos vernos.
Alberto: Sí
Relator: El abrazo que
se dieron esta vez fue más profundo, más largo y más cálido que el que los
unió en el partido de Yugoslavia. No sólo porque estaban lejos de miradas
indiscretas sino porque era una llave maestra que les abría la penúltima
puerta.
El
destino de lo que les estaba pasando iba de la mano de ese derrotero de locos
de la selección Argentina en el Mundial de Italia 90.
Alberto: ¿Hola?
Victoria: Hola Alberto,
¿dónde nos vemos cuando termine el partido?
Alberto: En el bar de
la otra vez.
Victoria: Bueno, nos
vemos.
Relator: La final del
campeonato mundial de fútbol de 1990 Alberto la vio solo en su casa.
Alberto: No, no es
penal! ¿Cómo vas a cobrar ese penal?
Alberto: Si Goyco lo
ataja, lo voy a saber con los gritos de la gente.
La puta madre, perdimos.
Relator: Alberto
lloró, supo que esa era la despedida. Mientras el Diego lloraba y los
alemanes recibían la copa se sintió como la cenicienta a las 12 y un minuto.
Supo que se había roto el hechizo y que Victoria también debería estar
despertando del suyo.
Relator: Alberto jamás volvió al bar de los
encuentros, dejó la facultad para evitar tener noticias de Victoria.
Probablemente en el grupito de estudios les haya llamado la atención la
ausencia definitiva de Alberto. Alguno habrá concluido que a la luz de su
rendimiento académico, había tomado una buena decisión y Victoria,
mordiéndose apenas el labio inferior, habrá pensado lo mismo.
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